Nueva voz en “El hombre duplicado” de José Saramago
Silvia Guadalupe Blasi
“Extraños somos todos, hasta nosotros que estamos aquí, A quién te refieres, A ti y a mí, a tu sentido común y a ti mismo, raramente nos encontramos para hablar, sólo muy de tarde en tarde, y, si queremos ser sinceros, pocas veces merece la pena... Te oigo ahora, Se trata de una emergencia, y las emergencias aproximan...” (SARAMAGO, José (2002) El hombre duplicado)
Extraña voz, para ti, para mí y para Tertuliano Máximo Afonso, el hombre duplicado de la novela de Saramago. Extraña voz que irrumpe en el relato, que no es la voz de la conciencia que nos ha sorprendido en tantas novelas psicológicas, como por ejemplo El extranjero de Camus, ese fluir de la conciencia que representa una novedad dentro del espectro de voces de la polifonía novelesca.
Cuando Tertuliano (a partir de ahora lo llamaré así, con las disculpas de Saramago) descubre que se enfrenta a un hombre que es su duplicado entra en una crisis que no sabe cómo resolver. Ante la incertidumbre y el desconcierto el protagonista (quien es una persona normal puesta, por obra y gracia de Saramago, en situaciones anormales) es sorprendida por la llegada de un desconocido, alguien ignorado por él hasta el momento de la emergencia: el sentido común.
“... el sentido común de Tertuliano Máximo Afonso compareció finalmente para darle consejo cuya falta se venía notando desde la aparición del recepcionista en el televisor, y ese consejo fue....” (SARAMAGO, J: 2002, 38)
El diálogo que se establece en la novela entre el hombre y el sentido común involucra sólo a éste y al personaje de Tertuliano. ¿Qué implicancia presenta en el manejo de las voces tal arbitrariedad por parte de Saramago? ¿Qué sentido tiene hablar con otra “persona” si no estamos seguros de que estamos frente a esa “persona”?.
A lo largo de este encuentro trataré de distinguir y calificar al sentido común dentro de la polifonía de la novela El hombre duplicado de José Saramago.
Nota: a partir de ahora las citas de la novela El hombre duplicado de José Saramago se citarán sólo con el número de página
Sentido común: sabiduría para la vida
La primera pregunta que surge y que me permito, humildemente, plantear es ¿Qué entendemos por sentido común?
Muchas veces, ustedes y yo, en nuestro diario vivir usamos y oímos expresiones como estas: ¡Es cuestión de tener un poco de sentido común!, Que falta de sentido común!, Como lo indica el sentido común...” Ahora bien, los innumerables hablantes que hacemos uso de estas expresiones tenemos, en general, poca idea de lo que afirmamos, por no tener en claro el alcance del concepto al cual nos referimos. Les propongo que hagamos un pequeño recorrido por las apreciaciones que surgen del ámbito de la filosofía.
Antes de conocer las cosas por medios de un saber o conocimiento científico, por la reflexión y por sus causas, las conocemos de manera imperfecta por lo que llamamos conocimiento vulgar. Esta “ciencia vulgar”, al decir de Maritain, está formada de opiniones y de creencias más o menos fundadas. Pero encierra un fundamento sólido de certeza verdadera, en las que el filósofo distingue en primer lugar los datos de la experiencia sensible ( por ejemplo los cuerpos tienen longitud, latitud y profundidad); en segundo lugar, principios inteligibles evidentes por sí mismos (como por ejemplo: el todo es mayor que la parte); en tercer término, las consecuencias derivadas de esos mismos principios (conclusiones inmediatas).[1]
Estas certezas planteadas por Maritain, que brotan espontáneamente de nuestro espíritu, son en nosotros obra de la naturaleza: las llamamos don natural. Afirma el filósofo “que radican en la apreciación natural, en el consentimiento, en el instinto, en el sentido natural de la inteligencia.” (MARITAIN, 1984,109). Estos conocimientos son comunes a todos los hombres. Se puede decir que radican en el juicio común o en el consentimiento, o en el instinto o en el sentido común de la humanidad.
Las grandes verdades sin las cuales la vida moral del hombre es imposible, pertenecen a este dominio, como consecuencia inmediatamente deducidas de los hechos primordiales que provienen de la observación y de los primeros principios comprendidos por la inteligencia. El sentido común es como el juicio natural y primitivo, infalible pero imperfecto en su modalidad ( imperfecto en cuanto que es confuso e implícito), de la razón humana.
El sentido común, que los antiguos llamaban buen sentido, es entendido por Aristóteles como la capacidad de sentir. Adoptado por los pensadores medievales pasó a la escolástica. En el uso de los autores clásicos latinos, el término tiene el significado de hábito o gusto, modo común de vivir o hablar. Pero Vico no hizo más que lapidar estas consideraciones y lo definió como “un juicio sin ninguna reflexión individual, habitualmente sentido por todo un orden, por todo un pueblo, por toda una nación o por todo el género humano”(GARZA TREVIÑO, J:1998,22).
El pensador Garza Treviño señala:
“El lenguaje común o coloquial nos recuerda que el sentido común es el menos común de los sentidos. Tal vez para dejar claro que es un atributo que no lo encontramos con frecuencia y que a pesar de ello es no sólo deseable sino necesario en todo ser humano” (GARZA TREVIÑO, J:1988,22)
Sentido común: atributo poco frecuente pero deseable y necesario, así lo presenta Saramago en su novela. Este sentido común aparece escasamente, cuando las situaciones que vive el personaje son tensas, extremas y decisivas. Es presentado como el consejero, el conciliador, el que advierte las consecuencias de las decisiones que ha de tomar Tertuliano. Nunca es solicitado por el personaje, siempre se manifiesta de repente, sin anuncio previo, pero también se ausenta en otros momentos y abandona a otros personajes de la novela, como indicando que sólo con Tertuliano se establecerá ese diálogo. Sólo a él dará consejos, emitirá para su consideración un juicio crítico, una adecuada acción o decisión.
Dejando por el momento a un costado los acercamientos que nos da la filosofía, nos centraremos en el papel que juega dentro de la propuesta saramaguiana de la polifonía de El hombre duplicado.
El sentido común y sus encuentros con Tertuliano Máximo Afonso
Primera aparición
En El hombre duplicado la intimidad del diálogo es enmarcado dentro de una atmósfera doméstica, cotidiana y urbana. Los invito a colarnos por la ventana del departamento de Tertuliano para ser cómplices y partícipes (a fin de cuentas es lo que busca Saramago en sus lectores, complicidad y participación) del primer encuentro de Tertuliano con el sentido común después de una larga y difícil noche, donde apenas concibió el sueño.
“...acaba de levantarse tan firme de piernas como le es posible tras una noche que en violencias de emociones no tiene par en toda su vida, y sintiendo que la cabeza le huye un poco del sitio, mira el cielo tras los cristales de la ventana. La noche se mantenía agarrada a los tejados de la ciudad, las farolas de la calle todavía estaban encendidas, pero la primera y sutil aguada de la mañana ya comienza a teñir de transparencias la atmósfera allá en lo alto. Así tuvo certeza de que el mundo no acabaría hoy, (...) aunque no siendo clara, y mucho menos evidente, la relación que hubiese entre una cosa y otra, el sentido común de Tertuliano Máximo Afonso compareció finalmente para darle consejo...”(37,38)
Esa voz llega a su casa, con las primeras luces de la mañana y sin “golpear, ni pedir permiso”, entra, comienza su discurso con una serie de consejos prácticos, exige a su interlocutor una acción rápida y conveniente, previene a Tertuliano del caos que puede generarse en su vida si insiste en seguir dándole vueltas al asunto y por fin lo deja asegurando que el protagonista “hará lo que le dé la real gana”. Así se despide: “Mi misión ha acabado, tú haz lo que entiendas, Así es, Entonces, adiós, hasta otra ocasión, que te vaya bien, Probablemente hasta la próxima emergencia, Si consigo llegar a tiempo. Las farolas de la calle se habían apagado, el tráfico crecía por minutos, el azul ganaba color en el cielo.” (SARAMAGO, J:2002,40)
Es interesante ver que cuando llega el sentido común a la casa y a la vida de Tertuliano, Saramago se detiene en retratar con sutiles pinceladas de luces y colores, el momento del día en el que se produce el encuentro. Sin dar hora precisa nos parece ver las agujas del reloj en el color del cielo, en las farolas encendidas. El sentido común ocupa, entonces, un lugar y un tiempo en el discurso y en la historia. El diálogo transcurre en casa del profesor de Historia y lleva un tiempo, si miramos las agujas del reloj cuando el sentido común se despide veremos que el cielo es ganado por el color azul y las farolas de la calle, ahora concurrida por automóviles que se desplazan, se han apagado.
El despertar de un hombre, el despertar de un día, el despertar de una búsqueda, donde alguien busca a alguien. La búsqueda de un hombre que descubre por casualidad la existencia de otro físicamente igual a él; Tertuliano busca a su duplicado con el único fin de satisfacer su curiosidad.
Segunda aparición
“Para distraerse, más que porque el estómago le reclamara alimento, fue a la cocina a prepararse un sándwich y abrir otra cerveza. Se sentó en una banqueta, masticó sin placer la escasa comida mientras el pensamiento, suelto, se entregaba sus devaneos. Comprendiendo que la vigilancia consciente había resbalado hacia una especie de desfallecimiento, el sentido común, que después de su enérgica primera intervención anduvo no se sabe por donde, se insinuó entre dos fragmentos inconclusos de aquel vago discurrir y preguntó a Tertuliano Máximo Afonso si se sentía feliz con la situación que había creado, Devuelto al sabor amargo de una cerveza que pronto había perdido su frescura y a la blanda y húmeda consistencia de un fiambre de baja calidad comprimido entre dos lonjas de falso pan, el profesor de Historia respondió que la felicidad no tenía nada que ver con lo que allí estaba pasando, y, en cuanto a la situación pedía licencia para recordar que no fue él quien la creo.” (73,74)
Esta vez el escenario para la segunda aparición del sentido común es la cocina, y el tiempo del diálogo transcurre entre la apertura de una cerveza y el sabor amargo de la bebida que muy pronto había perdido la frescura.
Hay algo más que destacar de esta cita.
Por un lado se presenta al pensamiento que, suelto, se entrega a sus devaneos. En medio de ellos aparece la voz del sentido común, esto me lleva a decir que no puedo pensar al sentido común como pensamiento, ya que irrumpe en medio de él, como venido desde otro lugar, lugar que no sabe el narrador precisar “anduvo no se sabe por donde” (74).
Aquí descarto la posibilidad del desdoblamiento del personaje que deja fluir libremente su pensamiento y asume una voz dentro de la novela y que Tacca, en su obra Las voces de la novela, designa con el nombre de monólogo interior.
Por otro lado se muestra la autonomía del sentido común, capaz de llegar sin que lo llamen o lo demanden y esa capacidad de irse cuando él quiere o cree haber cumplido con su misión, según vemos en la cita anterior. Esta autonomía escapa a las demandas no sólo del personaje, sino del narrador. Es interesante ver que ni siquiera la voz narradora tiene aviso de su llegada, simplemente nos refiere su presencia o ausencia. “Tertuliano Máximo Afonso abrió la boca para responder, si la expresión abrió la boca es permitida tratándose de un diálogo todo él silencioso, todo él mental, como es éste, pero el sentido común ya no estaba allí...” (75)
De la cita anterior que sirvió para mostrar la autonomía del sentido común para irse en el momento que él quiera, se deducen otras consideraciones de suma importancia. Quiero detenerme en el diálogo silencioso, mental. Expuse que el sentido común ocupa un tiempo y un espacio, pero su voz es el silencio, el diálogo es en la mente.
Tercera aparición
Tertuliano ha comenzado su búsqueda. Está decidido a encontrar su duplicado. Ha ido a la tienda de videos y ha traído un gran número de películas que irá pasando una a una. Cuando introduce la película La vida alegre donde su duplicado aparecía como “el pobre diablo que, aparte de abrir y cerrar las puertas de los automóviles, no hacía otra cosa que subir y bajar la gorra de plato” (113), declara “yo, por lo menos, soy profesor de Historia” (113).
Ante esta afirmación que pretende enfatizar la superioridad no sólo profesional, sino moral y social de Tertuliano respecto de la insignificancia del papel protagonizado por su duplicado, acude el sentido común “con una ironía que no es habitual en él, Cuidado con la soberbia, Tertuliano, date cuenta de lo que te estás perdiendo por no ser actor...” (114)
El sentido común advierte al protagonista, actúa como una herramienta de juicio ante la afirmación del profesor de Historia. No feliz con esto agudiza su ingenio y su ironía para embestir nuevamente contra Tertuliano “aprovechando que el hierro estaba caliente, le dio otro mazazo, Obviamente, tendrías que estar dotado de un mínimo de talento para la representación, además (...), te obligarían a cambiar de nombre, ningún actor que se precie se presentaría con ese ridículo nombre de Tertuliano (...) ve pensando en eso. La vida alegre volvió a su caja, la película siguiente volvió a su caja, la película siguiente apareció con un título sugestivo... (114)
Después de este golpe letal, el sentido común se retira de escena sin aviso, sin despedirse, sin más. Esta vez el tono del diálogo entre el protagonista y él ha sido poco amistoso. Esto no parece afectar a Tertuliano, quien continúa con la rutina en la que había caído, ver una tras otras las películas que había traído de la tienda.
Cuarta aparición
“La decisión que Tertuliano Máximo Afonso acaba de tomar es realmente de una simplicidad desconcertante, de una meridiana y transparente claridad. No tiene la misma opinión el sentido común, que acaba de entrar por la puerta, preguntando, indagando,...”(153)
Es interesante esta nueva aparición del sentido común. Tertuliano está en su casa y ha tomado una decisión importante, decisión que ha logrado armar en su pensamiento, registrar en su mente. Concluida esta operación mental el sentido común no aflora del interior del protagonista, ni desde lo profundo del pensamiento, ni desde el abismo de su mente. No entra “por la puerta”, como cualquier personaje de ficción con características y atributos muy humanos. No sólo realiza la acción motriz de entrar, sino que a demás realiza una acción que es propia de quien ha adquirido el lenguaje humano, pregunta. Pero no pregunta objetivamente, el adjetivo indignado la carga de una subjetividad categórica. Se atribuye al sentido común la capacidad de opinar y disentir, atributos propios del hombre.
El sentido común es presentado en la novela de Saramago con atributos y caracteres humanos, realiza acciones propias de esta especie, hace uso de su lenguaje y sistema de comunicación.
“Me da la impresión que haz puesto en marcha una máquina trituradora que avanza hacia ti, avisó el sentido común, y, como el interlocutor no le respondió, se retiró moviendo la cabeza, triste con el resultado de la conversación.”(154)
El sentido común se retira triste, he aquí otro atributo propio del hombre; la tristeza es un estado del espíritu humano. Mueve la cabeza, interesante enunciado. Primero se señala una acción motriz y luego se señala una parte de la anatomía humana la cabeza. Puedo inferir entonces que el sentido humano está dotado de forma humana (forma en cuanto a su anatomía). Otra actividad propia del hombre es mencionada aquí, la conversación. Conversación en la que intervienen dos locutores: Tertuliano y el sentido común. He dicho que sólo entre ellos se dan los encuentros y los diálogos, ya que a lo largo de la novela El hombre duplicado, el sentido común no interactúa ni dialoga con ningún otro personaje. Veo aquí una arbitrariedad del autor, quien así lo ha decidido.
Quinta aparición
He aquí una cuestión compleja: el lugar físico que se le asigna al sentido común. Si el diálogo es mental, porqué entonces en los siguientes encuentros parece ocupar lugares fuera de la mente de Tertuliano.
“Durante la espera ante un semáforo rojo, mientras Tertuliano Máximo Afonso acompañaba con toques rítmicos de los dedos en el aro del volante una canción sin palabras, el sentido común entró en el coche...” (196,197)
Una canción sin palabras: la canción se reproducía en la mente del personaje, pero el sentido común no entra en su mente, entra en el coche de Tertuliano, un lugar físico. Un lugar íntimo y urbano que es escenario común para los interlocutores presentados.
“Por eso me estabas esperando en el coche, Ya era hora de que volviera a aparecer, incluso se me podría acusar de que estaba tardando demasiado” (284)
El sentido común espera a Tertuliano en el coche de este, como un amigo que espera la llegada del otro que ha bajado a ser un trámite y que asume la responsabilidad de acompañarlo en momentos difíciles. Es el amigo consejero, el que está siempre para dar su punto de vista, emitir su juicio crítico sobre hechos y decisiones tomadas por el otro.
“Cuando lleguemos me dejas a la entrada de tu calle, sino te importa, No quieres subir, descansar un poco, No, prefiero poner la imaginación a trabajar, que buena falta nos hace.” (287)
Es sorprendente ver aquí la “urbanidad” asumida por el sentido común “me dejas a la entrada de tu calle”. Lo que sigue es un diálogo cargado de una intimidad y amigabilidad, que muestra la evolución afectiva de la relación entre Tertuliano y el sentido común. La cordialidad y la afabilidad se hacen presentes en estas palabras. Estos atributos mencionados son propios a los seres humanos. Además ese diálogo se da en un espacio físico, el auto de Tertuliano, que circula en las calles de una ciudad y se detiene ante un edificio. El protagonista invita al sentido común a subir, acción motriz capaz de ser llevada a cabo por un hombre que cuenta con la anatomía necesaria para realizar tal acción. La invitación tiene una finalidad: descansar. Es propio de la persona descansar como también le es propio poner a funcionar la imaginación.
Estas citas me permiten mostrar que el sentido común ocupa un lugar, un tiempo en la historia, como cualquier otro personaje de carne y huesos ficcionalizado por el autor, pero cuya voz es silencio
El sentido común: signo de contradicción
Lejos de resolver los problemas de Tertuliano, el sentido común se manifiesta contradictorio a los planes o ideas pensadas por el profesor de Historia.
“La decisión que Tertuliano Máximo Afonso acaba de tomar es realmente de una simplicidad desconcertante, de una meridiana y transparente claridad. No tiene la misma opinión el sentido común, que acaba de entrar por la puerta, preguntando, indagando, Cómo es posible que semejante idea haya nacido en tu cabeza.” (153)
Esta última cita es clara, contundente, no aprueba las ideas de Tertuliano, las coloca en el tapete de la discusión y de la intolerancia, no puede comprender tal creación por parte de la mente del profesor de Historia, le recrimina su actitud y lo trata un acto deshonesto y vergonzoso.
“Es la única y es la mejor, respondió Tertuliano Máximo Afonso fríamente, Tal vez sea la única, tal vez sea la mejor, pero, si te interesa mi opinión, sería una vergüenza que escribas esa carta con el nombre de María Paz y dando su dirección para la respuesta, Vergüenza, por qué, Pobre de ti si necesitas que te lo expliquen.” (153)
Aquí, también, el sentido común ejerce su derecho de juzgar y emitir una opinión sobre la actitud de Tertuliano que a su parecer merece ser catalogada como vergonzosa. El sentido común se detiene para dar lugar a las simples opiniones del conocimiento vulgar. Se muestra con el derecho y el deber de oponerse a toda acción o pensamiento de Tertuliano que niegue cualquiera de las verdades de las que él posee natural certeza.
“Sigo pensando que tienes que acabar con esta maldita historia de sosias, gemelos y duplicados, Tal vez, pero no lo consigo, es más fuerte que yo, Me da la impresión que haz puesto en marcha una máquina trituradora que avanza hacia ti, avisó el sentido común, y, como el interlocutor no le respondió, se retiró moviendo la cabeza, triste con el resultado de la conversación.” (154)
El sentido común advierte, se muestra preocupado por Tertuliano, se entristece por él, como el mejor de sus amigos. Ante la curiosidad que se despertó en Tertuliano al encontrar en una película a un actor que oficiaba de recepcionista, fisicamente igual a él, su doble; el sentido común libra batalla en las primeras horas de ese día y trata de convencer al cuarentón profesor de Historia que debe desistir de la búsqueda de ese otro igual a él. En la intimidad de la penumbra de las farolas de la calle aún encendidas cuya luz comienza a fundirse con “la primera aguada de la mañana”, Saramago nos presenta esta escena doméstica de persuación:
“ Y si me lo encuentro un día de éstos, si me cruzo con él en la calle (...) Vuelves la cara hacia otro lado, ni te he visto, ni te conozco, y si él se dirige a mí,(...) Le dices que extraordinaria coincidencia, fantástica, curiosa, lo que te parezca más adecuado, pero siempre coincidencia, y cortas la conversación, Así sin más ni menos (...) A veces es la única manera de evitar males mayores” (39)
Vuelvo a decir que veo en la presentación de Saramago un sentido común práctico, que está preocupado en advertir los riesgos que puede traer no seguir su consejo, el caos que puede sobrevenir a la falta de atino en las decisiones que Tertuliano tomará en este día que despierta, “ este día en que estamos, o somos, no habiendo ningún motivo para pensar que vaya a ser el último , tampoco será, simplemente, un día más” (40), ni para el profesor de Historia, ni para los lectores de Saramago que decidan en este día tomar entre sus manos esta novela y aventurarse junto a Tertuliano Máximo Afonso en la posibilidad de vivir “otro primer día, otro comienzo, y por tanto apuntando hacia otro destino” (41)
Hace un momento hablé de la “curiosidad”, esa curiosidad que llevará a Tertuliano (desoyendo los consejos del sentido común) a horas de arduo trabajo y cintas de videos, a tramar una estrategia en la que involucrará a su amante María Paz arrastrando su destino fatídico junto al suyo (circunstancias y acciones no aprobadas por el sentido común) con el único fin de conseguir la dirección de su duplicado, con el único fin de satisfacer su curiosidad.
“ Tertuliano Máximo Afonso sabe ahora qué rumbo debe tomar (...) Su objetivo (...) es la calle donde vive el actor.(...) Durante la espera ante un semáforo rojo, mientras Tertuliano Máximo Afonso acompañaba con toques rítmicos de los dedos en el aro del volante una canción sin palabras, el sentido común entró en el coche. Buenas tardes, dijo, No te he llamado, respondió el conductor, Realmente no recuerdo que ninguna vez me hayas pedido que viniera, Lo haría si no conociese de antemano tus discursos, Como hoy, Sí, vas a decirme que lo piense bien, que no me meta en esto, que es una imprudencia de marca mayor, que nada me garantiza que el diablo esté detrás de la puerta, la cháchara de siempre, Pues esta vez te equivocas, lo que vas a hacer no es una imprudencia, es una estupidez, Una estupidez, Sí señor, una estupidez y de las gordas, No veo por qué, Es lógico, una de las formas secundarias de la ceguera de espíritu es precisamente la estupidez” (196,197)
El sentido común:
personaje que asume una voz nueva, voz que nace del conocimiento vulgar del hombre
Los personajes no son meras palabras, meras voces, son seres de ficción troquelados sobre referencias creadas icónicamente por el discurso de la novela. Personaje es “cada uno de los seres humanos, sobrenaturales o simbólicos, ideados por el escritor, y que como dotados de vida propia toman parte de la acción en la obra literaria” (BOBES NAVES,1995,147). Saramago ha pensado y creado, a mi criterio, un personaje en el que resume el conocimiento vulgar y crítico que la humanidad ha ido acumulando a lo largo de la historia, y lo pone a funcionar en su ficción, dotado de vida propia. Personaje de carácter completamente espontáneo, dotado de una facultad puramente instintiva, el sentido común cumple en El hombre duplicado una función clara a lo largo de la historia y alcanza su ser definitivo al final de la novela.
Es cierto que el concepto de personaje ha ido variando mucho, tanto en el ámbito de la creación literaria como en la teoría literaria. Dos de las principales orientaciones seguidas por los que han tratado de definir al personaje se expresan de la siguiente manera:
a) los que toman como marco de referencia de su definición, la “persona”, partiendo de una concepción social, psicológica, y/o simplemente histórica; b) los que quieren basar su definición en el texto y consideran al personaje por su funcionalidad, que puede limitarse a una visión de su implicación en las funciones, o a sus posibilidades como elemento arquitectónico del relato. En el seguimiento de la evolución del sentido común a largo de la novela es claro que debo adherir a la segunda propuesta de definición, ya que la primera se basa en el concepto de “persona”, atributo que no puedo darle al sentido común según lo he definido. Pero si atendemos a su funcionalidad, el sentido común aparece como un elemento arquitectónico del relato, ya que en sus apariciones y diálogos entablados con el personaje de Tertuliano, funciona como elemento constitutivo de la historia, generando acciones y decisiones en el protagonista.
Para ejemplificar mi visión anterior me permito citar a Pavis, que considera al personaje como un “elemento estructural que organiza las etapas del relato, construye la fábula, guía la materia narrativa en torno a un esquema dinámico...” (BOBES NAVES,1995,147).
El sentido común, tal cual es presentado por Saramago en El hombre duplicado, tiene atributos humanos: habla, actúa, tiene sentimientos, se relaciona con otros seres humanos, etc.; y es también como creación novelesca, una unidad de referencias textuales en el discurso donde actúa como sujeto.
Aunque en un primer momento me pregunté si esta voz no se trataba de un fluir de la conciencia o de un desdoblamiento del personaje de Tertuliano, en el seguimiento que realicé a lo largo de la historia del desarrollo del sentido común y sustentado por un marco teórico acorde, me atrevo a decir que estamos frente a un personaje que asume una voz nueva, la voz que nace del conocimiento vulgar del hombre, común a todos los hombres, que gracias a los mecanismos de socialización y al lenguaje se ha transmitido a lo largo de la historia de la humanidad; y que es capaz de darnos un conocimiento indiscutible, que juzga nuestros actos y que tiene autoridad para ello.
El sentido común asume, en esta novela, la función de acompañar al protagonista y de mostrarle el camino, en sus encuentros espontáneos envueltos una familiaridad digna del mejor amigo (lo visita en su casa, lo acompaña en su automóvil, llega a la hora del bocadillo). La intimidad que se establece entre ellos los lleva a entablar un lazo sentimental. Aunque este diálogo se de, según el mismo autor lo explicita, en la mente y en el silencio, no puedo dejar de reconocer los demás atributos humanos con los que este mismo autor ha dotado al sentido común.
[1] La escuela escocesa adopta la expresión “sentido común” para designar las creencias tradicionales del género humano, lo que los hombres creen o deben creer; es el criterio último de juicio.
¡Excelente análisis trabajando el sentido común como temática! Por otro lado, la novela de Saramago también maneja un amplio concepto de identidad, ¿no es así?
ResponderEliminar